miércoles, 1 de agosto de 2007

COMPROMISO


- Haga el favor de permitirme esa llamada a la que tengo derecho.

Atrapé el hierro vertical que me encerró, entre mis manos, lo zarandeé esperando su aleación, pero ahí lo único que se movía era mi rabia y mi solicitud se perdió en la risa del policía cuando desapareció. El calor y olor a humedad del lugar era insoportable, tenebrosas las sombras cuando anocheció. Dos celdas vacías me acompañaban y la voz de lo que parecía una conversación telefónica, tras la puerta. Encienda la luz, quiero hablar por teléfono, grité. Me ardían las manos. Mi afonía no dejó que chillara el roce en mis tobillos de un insecto inmundo que anda. Al rato, lo que sentí fue el mordisco de un roedor infernal. Subí de un salto a la cama. Temblaba, esperando la muerte bajo las sábanas.

Se abrió la puerta. Un haz de luz traspasó mi terror, pude ver como lo que me había mordido fue mi imaginación, la rata se convirtió en una lata de sardinas a la que di una patada dibujando de grasa la pared. El sonido de acercamiento del hombre incrustando las llaves en el cerrojo ofreciéndome libertad, hizo que sonriera.

- Tienes siete minutos.

Se alargaba el tiempo, sentía como su mirada esculpía mi cuerpo al caminar. Me giré y le sonreí. Agradecí su comprensión con un guiño. Su lengua relamió la atmósfera. Me senté sobre la mesa y descolgué el teléfono decidida a marcar. Dejé caer los zapatos al suelo, él no dejaba de mirar mis pies desnudos y comenzó a caminar hacia mí. Cuando me contestaron al otro lado, sus gruesos dedos cortaron la comunicación. Dejó las llaves sobre la mesa y separó mis piernas de forma brusca. Comenzó a besarme el cuello y al llegar al lóbulo de mi oreja derecha, el teléfono sonó. Maldijo. Me ordenó que me estuviera quieta mientras se deslizaban las esposas de su pantalón a mis manos. Gruñía más que charlar, atrapé su muñeca izquierda con la pulsera de hierro uniéndole a la mesa, así nos prometimos. Esta vez quien cortó la comunicación, fui yo. Arranqué el teléfono, guardé las llaves, le besé cuando me hice con su pistola y cuando escupió insultándome, apagué la luz.

Conducir un coche policial, es algo salvaje.

6 comentarios:

JuanMa dijo...

Tú sí que eres salvaje.

Besos.

El búho rojo dijo...

Bond... Sofia Bond...???

Anónimo dijo...

estoy haciendo prácticas de tiro:

http://www.youtube.com/watch?v=Y-m-0IvKK_I

Candelas Sanchez Hormigos dijo...

Que misterio, que intriga... ¡lo del beso genial! Estará todavía boquiabierto… ¡seguro!

Parece tan sencillo escribir como lo haces, comunicas el momento de angustia, terror, alivio de una manera…

Sigue, por favor.

Un beso

MALEFICABOVARI dijo...

Joder, espero sea ciencia a ficción, porque sino... mucho tienes que contarnos...
Si es un sueño, puede que tenga numerosas interpretaciones, míralo, seguro encuentras algo de eso que una no sabe que es, pero que realmente, sí existe en la vida real, tapado por algo.
Un beso fuerte, muy heavy el post, muy heavy...

Unknown dijo...

hola, te convido a leer mis poesias (historias cortitas)...