HABITANTES DE LA NADA

Cuando fuimos los mejores, dejamos de ser nosotros. El hecho lo tomé como algo anecdótico, ella bajó la mirada y yo cerré el armario. Guardé el traje de Fran y decidí herméticamente sellar mi boca. Dos pares de tacones cruzaron el puerto y la seda de nuestros vestidos se ajustaba a la noche. Dormía en el coche, le despertamos con una canción desafinada de Loquillo y le desnudamos. El traje estaba hecho a medida. Nos perdimos entre la gente por calles que subían, esquinas que despistaban, buscando un restaurante cuyo nombre en letrero comenzara con la letra P. Pierre nos recomendó el mejor champagne y langosta de la región, obedientes entre miradas cómplices y tenaza en mano, disfrutamos de la mejor velada. Con arrogancia desenfrenada, nos chupábamos los dedos los unos a los otros. Copas burbujeantes, haciendo juego con el brillo de nuestras miradas. Acecho y deseo lo peor de los otros, nos reflejaba. Risas entre brindis y el último, silencioso, nos dio el ahora o nunca. Alzamos nuestras copas y dijimos: - ....Por la Nada ...-

...No recuerdo más. Ahora me despierto en la arena ardiente del mediodía en la playa, rodeada por tres niños que me miran fijamente, uno de ellos lleva una pelota a rayas.