
Semáforos. No podía llorar. Giro de esquinas. No podía pensar. Dioses de hormigón. No podía sentir. Gente, ruido, coches iban quedando atrás, no quería volver. Y así aceleraba,
atardecía y recordaba las puestas de sol tumbada en el tejado de la vieja casa familiar, tan lejana, donde me quedaba dormida inventando nombres a planetas, donde sentía la rotación de la Tierra. No daría freno hasta ver un horizonte que me inspirara. Tenía imágenes de nuestros besos y pasaba carteles que olvidaba leer. El viento se hizo fuerte, como el
adiós hace ya mucho rato desde el espejo, a las luces de ciudad. Cerré los ojos, aunque no debía, pero los cerré, para sentir aún más la oscuridad, la velocidad y los volvía a abrir, la luz de la moto dibujaba el camino rápido, fácil. Olor a tierra e intuía telones de montañas. La noche me cubría y aún después de todo mal que había podido causar, comencé a sentir que tenía alma. Vino el vértigo y paré en el arcén para escuchar el silencio. Fumé mis penas, se incendiaron mis ojos y al expulsar el humo, un coche se acercaba en sentido contrario. Apagué la luz y me adentré en el sueño de tierra, caminé entre viñedos. No debía haber hecho eso, pero estaba hipnotizada, ese olor a
tierra me guiaba. Amanecía.
4 comentarios:
Todos tenemos alma (creo yo) por mucho que nos hayamos equivocado.
Es bueno encontrar donde darle a la pobre un poco de paz...
Un beso.
Ay...desamor..entonces buscaste consuelo en la tierra
La ví hace ahora 10 años y me cambió la vida. Si Tierra. Cuando yo tenía el pelo largo. Yo también soy acuario. ¿Por qué los acuarios nos llevamos tan bien?.
preguntemos a las estrellas
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