jueves, 7 de junio de 2007

ALGO DE COMER

Imaginaba uvas que se deshacían en mis manos, el sabor de su jugo explotaba en mi boca. Estaba sumamente hambrienta, mis huesos se quejaban, despegué la camisa de mi cuerpo y la piel comenzó a sentir los rayos de sol. Decidí tumbarme y aquel hombre hizo sombra sobre mi cara. Me incorporé rápidamente, tapando lo que era mio. Amenazantes nos miramos. Se relamía, le ardían los ojos. Me empujó, caí como un perro rozando mi rodilla con un asta de vid, sangraba. Lo que me dolía no era eso. Intenté arrancar su raíz para utilizarla en mi defensa, quedé vacía. El desconocido sudaba y sus rollizos brazos parecían aspas pesadas de molino, lentas, que utilizaría para arrancarme el último suspiro. Tiró fuerte de mi brazo y me levantó para clavar su lengua de serpiente en mi garganta. Le arañé la cara y juntó fuertemente mis manos en mi espalda, esposándome con las suyas mientras lamía las glándulas de mi cuello. Le mordí fuertemente la oreja y de un grito me llamó puta y se apartó, sangraba, del guantazo volví a caer. Intenté levantarme para correr, pero me empujó de nuevo, me arrastré. Se tiró sobre mi cuerpo dejándome inmovilizada, yo le llené de tierra toda la cara, escupía. Vi el límite de su aguante y mi muerte en la pantalla de sus ojos.

- Espera, espera, espera, ..... está bien. Hagámoslo de mutuo acuerdo, así no se puede follar tranquilo, desde aquí cualquier coche que pase nos puede ver. Vayamos a aquella zona, parece tranquila y fresca. Me dejaré hacer. Soy tuya, pero aquí no.

- Eres una zorra, sé que todo esto te gusta, levanta.

Se colocaba el cinturón, mientras vomitaba palabras de todo aquello que quería hacerme.

- Déjame que me ponga la ropa y calce para andar, quiero que después me lo quites todo de mejor forma.

Se peinaba con sus sucias manos el grasiento pelo, seguía hablando con su repugnante aliento.
En su ensoñación aproveché para girarme y correr hacia la carretera con todas mis ganas, pero la tierra ralentizaba mis movimientos como en las pesadillas. Me seguía con furia. Paré. Le esperé. Se paró. Tenía un extraño gesto en su rostro, fue cuando le di la más salvaje patada directa a sus testículos. Se retorcía de dolor cuando le empujé, con la mala suerte de incrustar su cabeza en el asta de vid. Tenía convulsiones, parecía un carnero. Me pareció oír que su última palabra fue puta. Le quité las llaves del Chevrolet, necesitaba llegar a algún pueblo. Arranqué.

1 comentario:

JuanMa dijo...

Me llevas sin aliento...

Duro, lo de hoy.

Besos.