ME LLAMO TAARNA

Adelantábamos todo aquello que íbamos encontrando en nuestro camino, serpenteábamos sobre el asfalto todo obstáculo, eran dos coches los que nos perseguían realizando idénticas maniobras a las nuestras. No para siempre, pero sí teníamos que vivir un poco más, al menos para darle un sentido a todo este caos en el que nos habíamos metido.

- No nos rindamos....- dijo Fran.
- Necesito ideas, rápido .- comentó Lucy con una mirada fría desde el espejo retrovisor.

Abrí la mochila y saqué el arma, bajé la ventanilla y dije a Fran que me sujetara bien, como si fuera una prolongación de su cuerpo. Recordé aquellas tardes de feria disparando a patitos, goma amarilla caía sobre barreños de agua, premios de peluche, algodón de azúcar rosa, suelos de serrín pegajoso. El primer disparo silbó en el aire, olvidé en la noria la puntería. Con el segundo, salieron chispas de la rueda del primer coche y perdía el control, se retiró de la autopista.Tres carriles, tres balas las que quedaban. El segundo coche no se acercó tanto, alguien comenzó a dispararnos, acertó, creo que la bala de plata atravesó el músculo derecho de mi brazo y me guardé de aquello.

- ¿Estás bien? ....- caí en el abrazo de Fran, jadeaba palabras nerviosas, tapándome la herida. Estás herida...paremos, ésto se acaba .- continuó, atándome fuerte la sangre.

Eses imposibles para ponerles difícil aquel premio.

- El oso de peluche, es mío .....- dije con furia y volví a salir.

Un fogonazo contra su cristal, otro balazo en la rueda izquierda y el guiño de la descarga contra la cuerda de latas atada al vehículo. Algo en mí cambió. Me desmayé al ver mi savia roja. Soñé con Taarna.