CRUCE DE CAMINOS, VIDAS CRUZADAS

Me despertó el cegador sol con sus múltiples reflejos de encaje dibujados en la pared. Quería incorporarme, sin darme cuenta que estaba abrazada. Dio medio vuelta, llevándose consigo toda la sábana, dejándome ver su imponente espalda. No pude continuar la magnífica panorámica, me sobresaltó el sonido de un coche, apagando el motor bajo la ventana. Mi intuición no se equivocaba.

- Despierta Fran, deprisa, tengo que marcharme....
- Qué pasa..
- No puedo explicarte ahora.- le decía mientras me colocaba la camiseta del revés, calzaba el pie izquierdo con la sandalia, buscaba la derecha bajo la cama y guardaba el resto de cosas en la mochila. Ya estaba apoyada en la repisa de la ventana. Él aún no había despegado uno de sus ojos.
- Pero dónde vas por ahí, ¿nunca utilizas puertas?
- Suben, corre.

Envolvió su cuerpo escultural en la sábana y saltó conmigo, justo cuando intentaban abrir la puerta. Cuando la tiraron abajo, él pinchaba la rueda del coche policial con algún artilugio escondido en sus calcetines. Y corrimos,...corrimos cuesta abajo, hasta la fuente. Se lavó la cara y sonreía, yo lancé una carcajada por su aspecto salvaje y ridículo. Pensé que esa triste plaza sería nuestra despedida. Reía. Me besó, su fresca y dulce boca. Llegamos a los árboles donde dejé el coche y le brillaban los ojos. Brincó al asiento del acompañante y se colocó mejor la sábana, yo no acertaba a dar, ni a pedales ni a marchas. Hasta la carretera, nos perseguía una cortina de arena.