
Eran gaviotas, todas mis camisetas blancas planeaban desde la terraza del tercer piso hacia el recalentado asfalto. Corrí, recuerdo que corrí desde el quiosco con el
segundamano bajo el brazo para intentar recoger con la mayor rapidez mi vergüenza, pero me quedé paralizada ante la fantasmal imagen de uno de mis favoritos tejidos sobre la cabeza de una señora cargada de bolsas de fruta y verdura. Niños saltaban, gritaban y reían entre golondrinas, toda mi ropa interior negra eran pájaros cazados. Faldas tableadas y pantalones de pitillo ángeles sin alas, se desplomaban a la velocidad de la luz sangrando rencor. Tú no estabas en el balcón, miraba entre el diluvio de objetos, te escondías, solo una cascada de recuerdos huecos, fotografías. Eran buitres todas mis pertenencias al morir en el silencio de aquel circulo de personas que me rodearon, caí de rodillas ante lo último que lanzaste, una maleta. El circulo no se disolvió, en mi cabeza quedó el martilleo de un pájaro loco, a lo lejos la sirena de un coche de
policía.
3 comentarios:
Momento sublime sin duda el de la vida volando desde el balcon ..al menos no fue un final oscuro ...
(madre de diossssssss )
Besos y encantada de pasar por aqui .
Estupendo Mana
Pues debía haberse asomado. Cuando uno elige hacer las cosas "a la tremenda", dar la cara es lo mínimo...
Abrir la maleta, meter todo dentro (sin olvidar pedírselo a la señora de las verduras) y marcharse sin mirar atrás.
Un beso.
Bienvenidos, no hay acomodador, pueden sentarse unos encima de los otros
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